Pinto y Lobito

Autor: Juan Pablo Rivera

Categoría: Cuentos de Perritos Cortos

A quienes les gusta leer lindas historias de animales, en especial los cuentos de perritos, hoy les ofrecemos un bello relato que nos deja bonitas enseñanzas sobre la amistad y el compañerismo, también nos habla de lo bello que es vivir en el campo. Esperamos que lo disfruten y lo compartan con sus amigos.

Alrededor de la zona conurbada de Ciudad Lucecita existen núcleos dispersos de población que se dedican a un sinfín de actividades. Hay granjeros, pequeños agricultores, jornaleros agrícolas, ganaderos, recolectores de basura, etc. En un mapa puede verse que en la zona fluyen y se contrastan diferentes matices.

En la metrópoli, grandes conflictos se entretejen, la gente se arremolina en los centros comerciales. En las arterias del corazón de la ciudad, desde los edificios más altos puede verse la “marabunta humana” que recorre el asfalto en busca del sustento diario, algo que les permita seguir adelante.

Pinto y Lobito - Cuentos de Perritos Cortos

Día a día se amenaza la existencia como tal, está en riesgo la cordura ante la necedad de querer continuar en la selva asfáltica, la gente lo sabe, pero hace caso omiso de la situación.  Los conocedores del tema y los que se dedican a la ciencia hablan de un inevitable colapso.

Estás leyendo Pinto y Lobito; uno de los cuentos de perritos cortos escrito por Juan Pablo Rivera. Es una linda historia para leer que rescata los valores de la amistad. Esperamos que la estés disfrutando.

 

Además de los cambios climáticos, la contaminación, el consumismo desmedido, la sobreexplotación del agua y la inseguridad que impera, se espera que ocurra una especie de “implosión social” que termine desquebrajando todo lo bueno que se ha construido por más de quinientos años.

Detrás de una cerca de alambre retozan Pinto y Lobito dos hermosos perritos que cuidan el perímetro de la valla, resguardan y vigilan unos setenta borregos. Envalentonados a sabiendas que  nadie puede penetrar “la fortaleza” les ladran con gran fuerza a los transeúntes que escasamente pasamos caminando por ahí durante las mañanas cuando nos disponemos a realizar nuestros ejercicios.

Conocí a Pinto cuando era un cachorro, él y uno de sus hermanos nacieron de una perrita Pitbull pura que en su momento cruzaron con una raza menos “favorecida” resultando con ello una cruza mitad “fino” mitad “criollo”.

Cuando aún eran muy pequeños separaron a ambas crías quedando Pinto en esa granja junto a su madre, al tiempo, también se llevaron a la mamá y el perrito quedó solo navegando entre decenas de ovinos.

Don Leobardo el capataz de la mini hacienda miraba triste y decaído al animalito así que decidió conseguirle una compañía; fue entonces que llegó Lobito cuando también era un cachorro. El nuevo perrito es una especie de “Pastor Alemán”; no tan alto pero su pelaje, cara y cuerpo demuestran que proviene de una cruza con esta raza.

Cuando se trata de corregir a los empecinados borreguitos, Pinto es muy riguroso. Da la impresión que intuye que el ser duro y estricto con el rebaño hace que la manada se mantenga lejos del peligro.

Por su parte Lobito es más condescendiente corre y topetea; gira y se tira al suelo; brinca y ladra alrededor de las ovejas pero si se le da un motivo para defenderlas, se convierte y lucha como una fiera.

Si midieran fuerzas, cualquiera diría que Pinto resulta vencedor pero a mi juicio, la tenacidad y la fortaleza interna de Lobito pondrían en un predicamento el liderazgo del primero. Sin embargo, se nota que mantienen una sólida amistad por lo que veo imposible un enfrentamiento.

Me contó el encargado de la granja, que en una ocasión una parvada de cinco perros callejeros intentó cruzar la cerca por una de las esquinas más lejanas. Fue tal la bravura con la que los dos celadores enfrentaron a la jauría, que terminaron huyendo despavoridos.

Después de tal hazaña Don Leobardo los llevó a revisión con el médico veterinario y cuando regresaban a la huerta, a manera de premio; les compró una ración doble de croquetas, una pelota de esponja, unos juguetes para perro en forma de chuleta y unas carnazas.

«—Para que mantengan sus colmillos limpios y afilados —dice sonriendo el administrador del campo».

Todo es aventura en la pequeña granja, motivo suficiente para que los dos perritos continúen con el trabajo de vigilar y defender ese predio cubierto por fino pasto, árboles que desde el cielo forman un espeso lunar verde.

Éste sobresale entre los cultivos de maíz, frijol, papa y hortalizas; una región de calidad muy productiva, donde se permite vivir bien sin necesidad de estresarse, disfrutando de aire mucho más limpio que el de la urbe.

Así es la vida de estos dos pequeños campeones del orden, quienes con sus ocurrencias y juegos hacen más agradable el trabajo de Don Leobardo. De paso a los que caminamos por esos rumbos, nos pintan un panorama mucho más grato que el de la ciudad. Nos ayuda a entender la importancia de las cosas sencillas y también, que no debemos olvidar que estamos literalmente: “de paso”.

A todos nos encantan los cuentos de perritos cortos, también las historias de animales pues nos transportan a otros mundos llenos de magia y fantasía. Si te gustaría seguir disfrutando este tipo de relatos, no dejes de visitar nuestro sitio porque seguiremos publicando más narraciones maravillosas como la que acabas de leer.

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