El Patito Feo
Autor: Hans Christian Andersen (Adaptación de Luis Bustillos Sosa)
Categoría: Cuento Clásico Infantil
A continuación les presentamos el cuento del patito feo, historia infantil original de Hans Christian Andersen. Esta vez les ofrecemos la versión original que fue adaptada especialmente para publicarla en nuestro sitio de cuentos; esperamos que sea de su agrado.
Entre los verdes prados que estaban rodeados por grandes bosques, en donde se ocultaban extensos lagos de aguas azules; se levantaba una majestuosa casa de belleza fascinante. Los rayos del sol del verano hacían lucir la hermosura del campo y se podía mirar el esplendor de los profundos canales que se dibujaban en los alrededores del caserón.
Desde los muros de esa mansión hasta el agua, se extendía una maraña de plantas trepadoras que formaban una bóveda de hierba y ramas; cual si fuera un pequeño bosque. Allí en medio de la maleza, una gansa incubaba sus huevos e impaciente esperaba que sus polluelos nacieran.
Al fin los cascarones empezaron a romperse y los patitos uno a uno pudieron ver la luz del día para después abandonar el nido. La pata quedó sorprendida al darse cuenta que sólo el huevo más grande aún seguía sin abrirse.
Una vieja gansa se acercó para examinar el extraño huevo y le dijo a la madre que éste tal vez era de una pava. La pata pensando que ya había pasado bastante tiempo incubando, era mejor seguir empollando un poco más. Luego de una larga espera, por fin llegó el momento en que el cascarón empezó a romperse; grande fue la sorpresa de las dos, cuando miraron lo que estaba ante sus ojos.
De aquel huevo tosco algo enorme brotó: era de aspecto desagradable y de gran tamaño. Su color era diferente al de los otros polluelos. La madre gansa también empezó a dudar si ese patito feo que tenía ante su mirada, sería en verdad su hijo.
—Pero que horrible está esa criatura, quizá sea hijo de un pavo —dijo la vieja gansa un tanto entrometida.
—Mañana que lo lleve junto con mis otros hijos a nadar podré salir de dudas —respondió con preocupación la pata.
Al siguiente día, cuando el sol acariciaba a la verde enramada, la madre salió rumbo al canal seguida por todas sus crías. Ella y todos sus hijos, uno a uno se zambulleron con alegría en el agua y luego comenzaron a nadar moviendo sus patas chapoteando con gran habilidad; incluso el patito feo.
La gansa y sus polluelos después de abandonar el estanque se dirigieron hacia el corral en donde un grupo de patos los recibió un tanto azorados. El líder de la parvada recibió amablemente a la madre con sus hijos y le dijo:
—Hola señora bienvenida, sus chiquitines son muy hermosos; menos el pato feo que viene al final.
Al escuchar aquello, los demás gansos le dieron de picotazos al patito feo. El pobre animalito era la burla de todos, incluso de sus propios hermanos. Éstos le advirtieron que por su aspecto desagradable sería presa del malvado gato de esa casa.
Conforme avanzaron los días, la situación se agravó aún más. Los desprecios y maltratos hacia el patito feo fueron en aumento: Las gallinas le golpeaban, el pavo le agredía y la muchacha que repartía el alimento le daba de puntapiés.
El patito un tanto desesperado y no sabiendo donde meterse, brincó la cerca para escapar de aquel lugar donde todos le hacían daño. En su loca huida se dio cuenta que también unos pajarillos salían despavoridos desde unas hierbas y eso le hizo pensar que era por su fealdad.
Sintiéndose destrozado, cerró sus ojos y corrió sin descanso para dejar atrás aquella pesadilla hasta llegar a un gran pantano en donde vivían los patos salvajes. Ahí con el ánimo por los suelos y sin saber cuál sería su futuro se quedó dormido.
Cuando llegó la mañana miró volar a los gansos de ese lugar y éstos le gritaron que aunque era espantoso le iban a permitir estar en aquel pantano. Dos días después se acercaron dos patos salvajes, quienes le dijeron que a pesar de ser tan feo lo encontraban simpático y que lo invitarían a volar con ellos por otras tierras; para buscar nuevas aventuras.
De pronto, se escucharon dos disparos y sus nuevos amigos cayeron muertos. El agua de un momento a otro se pintó de rojo. Volvieron a retumbar más detonaciones y de entre las hierbas salieron numerosas parvadas de patos salvajes alzando el vuelo para escapar del peligro.
El tiroteo no paraba y varios cazadores comenzaron a aparecer entre los árboles y las orillas de aquel pantano. Sus perros nadaban con maestría en busca de los gansos caídos. El patito pensando que sería su fin, sólo atinó a meter la cabeza debajo de su ala. Un cachorro que había llegado hasta donde él estaba, nada más lo olfateó y después de gruñirle se alejó sin hacerle daño.
«—Gracias a Dios, soy tan feo que ni el perro quiso llevarme —pensó el patito».
Más tarde cuando pasó el peligro, escapó del pantano corriendo a toda prisa por los verdes prados bajo una horrible tempestad. Después de una larga travesía llegó hasta una pequeña choza en ruinas, la cual había perdido la puerta debido a la furia de la tormenta. En aquella humilde morada, estaría a salvo y podría descansar esa noche.
En esa choza vivían tres personajes muy peculiares: una gallina de patas cortas buena para poner huevos y un gato que además de ronronear, encorvaba el cuerpo y producía chispas con su pelaje. Aquellos animales decían ser los más sabios del mundo, su ego les hacía pensar que ellos estaban dotados de habilidades muy especiales difíciles de igualar.
El otro habitante de esa casa era una anciana que a fuerzas quería que el nuevo inquilino pusiera huevos; pero después de tres semanas se dio cuenta que el animalito no podría cumplir con tales exigencias. El patito feo deseoso de volver a zambullirse en el agua huyó de la choza para escapar del encierro donde estaba, así se liberaría de aquellos seres tan raros y molestos.
Llegó el otoño y el patito feo seguía siendo rechazado por todos los animales por su aspecto. Se sentía tan triste y solo en aquel ambiente que también se comenzaba a llenar de melancolía. Las hojas en el bosque se ponían amarillas y pardas, mientras que el viento helado congelaba a las nubes cargándolas de granizo y nieve; era una clara señal de que el frío se aproximaba.
En una tarde cuando el sol ya se ocultaba, el patito sintió algo inexplicable en su corazón cuando vio que una bandada de bellas aves de largos cuellos se alzaba en vuelo desde unos matorrales. Su blanco plumaje y grandes alas lo dejaron fascinado, eran cisnes que se marchaban de ese lugar frío e iban en busca de tierras más cálidas. No entendía qué le sucedía, de pronto desde su interior brotó un grito fuerte y extraño que hasta él mismo se asustó.
«—Oh que bellos son, cuánto daría porque me aceptaran como su amigo —pensó el animalito con tristeza».
Una noche muy fría de invierno el solitario animalito nadaba sin descansar para no entumirse. El espacio donde flotaba se reducía y éste movía sus patitas para evitar que las aguas se cerraran; pero cuando lo venció la fatiga quedó atrapado entre el hielo.
A la mañana siguiente un campesino lo rescató y lo llevó con su mujer para que lo reanimara. Cuando el patito feo recobró los sentidos se dio cuenta que los niños de la casa se acercaban a él para jugar; pero él pensando que le harían daño saltó asustado derramando la leche y la manteca, lo que hizo que la señora lo persiguiera enfadada.
Al sentir que aquella mujer y los niños lo perseguían con malas intenciones, brincó entre los trastos y cuando se dio cuenta que la puerta estaba abierta huyó para refugiarse entre las ramas cargadas de nieve. Muchas desventuras más tendría que vivir el patito feo durante ese invierno.
La primavera lo encontró entre las cañas y el pantano, era tan agradable volver a disfrutar de la calidez del tiempo. Cantaban las alondras y el patito sintió enormes deseos de emprender el vuelo. Sus alas se abrieron y empezó a surcar los aires; muy pronto se miró en un bello jardín lleno de lilas y manzanos en flor que crecían entre sinuosos canales.
Mientras el nuevo visitante admiraba tal belleza, tres preciosos cisnes salieron de entre la maleza. El animalito de inmediato reconoció a esas hermosas aves que nadaban y aleteaban en el agua embargándolo de pronto la tristeza.
«—Quiero irme con ellos, pase lo que pasé me acercaré a esas aves aunque me picoteen y me desprecien por ser feo —pensó para sí el patito».
Decidido a todo, brincó hacia el agua y los cisnes corrieron a su encuentro. El animalito al verlos que se acercaban creyó que lo matarían y agachó su cabeza con tristeza esperando lo peor. Entonces, al mirar su imagen reflejada en el agua se dio cuenta que a partir de ese momento dejaba de ser un patito feo pues había descubierto que en realidad era una de aquellas aves de blanco plumaje, mismas que tiempo atrás despertaron algo especial en él.
Los sufrimientos y las imágenes de patito feo quedaban atrás, ya no le importaba haber nacido en un nido de gansos si en realidad llevaba sangre de una de las aves más preciosas del mundo. Los otros cisnes lo acariciaban con el pico y aquello le avergonzaba un poco, era algo nuevo para él, se sentía muy feliz. Varios niños se acercaron a él para admirar su belleza, ya no sería el patito feo jamás.
La historia del patito feo, es un cuento clásico que sin duda nos dejará bonitas reflexiones. Esta obra que originalmente fue escrita por Hans Christian Andersen, alcanzó una notable popularidad en la literatura infantil. Después de todos los sinsabores que vive el personaje principal, puede rescatarse una gran enseñanza de vida.
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esta muy larga puedes hacer una mas corta xfa
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Que bonito cuento me gusto bien mucho😘😘😘😘😘😘😘
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Que hermoso cuento del doy un 10
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Este cuento es hermosísimo, educativo y nos invita a ser auténticos y valorarnos a nosotros mismos, tales y como somos. No deje que nadie te quiera quitar que sea autentico, que te adapte al medio ambiente y goce la vida que ha recibido tal y como es.
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los cuentos son hermoso