Caperucita Roja
Título: Caperucita Roja
Autores: Hermanos Grimm (Adaptación de Luis Bustillos Sosa)
Categoría: Cuentos Clásicos
A continuación les ofrecemos el cuento de Caperucita Roja y el lobo feroz, historia infantil original de los Hermanos Grimm y que en esta ocasión les presentamos en una versión adaptada especialmente para CuentosCortos.Top esperamos que la disfruten.
En las entrañas del bosque en una pequeña aldea, vivía una dulce niña con sus padres. Su abuela la quería mucho y para consentirla en su cumpleaños; le regaló un gorro con capa (caperuza) de color rojo que ella misma había confeccionado. La chiquilla quedó fascinada con aquello, la usaba a diario y fue así que todos la empezaron a llamar Caperucita Roja.
Una mañana, su madre le hizo un encargo, la tomó de la mano y mirándola a los ojos le dijo:
—Hija mía… ten esta canasta; en ella va un rico caldo de algo que tu papá ha cazado en el monte y unas galletitas que yo misma he horneado. Mi madre está un poco enferma, pero con esto que le llevarás estoy segura que pronto estará mejor.
—Si mami, me encanta visitar a mi abue y enseguida salgo a llevarle los alimentos —Asintió la chiquilla.
—Corazón… antes de marcharte, quiero pedirte que no te entretengas en el camino, pues la gente dice que el lobo feroz recorre esos lugares del campo y no me gustaría que te encontraras con él; porque es muy malvado y podría hacerte daño —expresó aquella mujer con preocupación.
—No tengas cuidado mamá, haré caso a tus consejos y ahora mismo salgo hacia la casa de mi abuela —respondió la pequeña.
La niña salió de la cabaña, avanzó algunos pasos y pronto olvidó las palabras de su madre. Era un día hermoso, el viento jugueteaba con las nubes, el sol acariciaba con sus rayos a los árboles del bosque y los animalitos muy alegres jugueteaban. Los pajaritos trinaban, las ardillitas saltaban por los troncos y dos conejitos la acompañaban mientras iba brincoteando por aquel sendero adornado por lindas flores.
Cuando Caperucita Roja y el Lobo se encontraron, ella no sintió ningún miedo; pues no lo conocía. Entonces, el sagaz animal se acercó hasta donde estaba y le dijo:
—¡Hola nena! … ¿para dónde vas? —preguntó el peludo personaje.
—¡Hola!... voy a llevarle unas ricas galletas y caldo a mi abue, está débil y con esto se va a recuperar —respondió la niña de forma ingenua.
—Vaya, vaya; pero que bien… ¿y donde vive la viejecita?
—Es por allá —señaló la pequeña—. En una casa donde hay tres arbolotes muy grandes y bonitos.
—Mmm… ¿y tú cómo te llamas preciosa?, yo soy Wolfred, tu nuevo amigo —dijo el lobo, al tiempo que estiraba su mano para saludarla.
—Me dicen Caperucita Roja; pero ya me tengo que ir.
—Espera nena… en el campo hay florecitas muy bellas y podrías juntar algunas para que le lleves a tu abuelita.
—Tienes razón… voy a hacerlo, gracias por todo Wolfred.
Una sonrisa de triunfo se dibujó en el perverso animal, la abuela era carne vieja; pero su nieta se antojaba como un delicioso manjar, con el que ya soñaba deleitarse en la cabaña de la anciana. De inmediato se dirigió rumbo a ese lugar, en donde llevaría a cabo su malévolo plan; mientras la inocente niña se quedaría recogiendo flores.
—Abuelita… abre, soy Caperucita Roja, te traigo unas ricas galletas y caldo —dijo el lobo imitando la voz de la niña.
—Empuja la puerta hija, está abierta —respondió la viejita.
El rechinido de las hojas de madera se escuchó y luego el malvado animal se abalanzó sobre la cama. En ese momento no le apetecía tragarse a esa mujer que se había desmayado de miedo. Simplemente la ocultaría en el armario mientras llegaba su nieta; pero antes le quitaría su ropa de dormir para luego vestirse con ella.
Con la bata y la cofia ya puestas, enseguida cerró las cortinas y de un salto se metió entre las cobijas, y se dispuso a esperar con ansias la llegada de su “delicioso almuerzo”.
—¡Abuelita!, ábreme soy Caperucita Roja —se escuchó que decía la niña.
—Pasa hija mía… está abierto —dijo el lobo tratando de hablar como una anciana.
La pequeña empujó la puerta y al ver la habitación en penumbras imaginó que algo raro pasaba. Se dirigió hacia la ventana y corrió las cortinas para que la luz del día le ayudara a mirar mejor; pero se llenó de sorpresa al encontrar tan diferente a su abuela.
—Abue, mi mami te mandó en rico caldito y galletas que ha cocinado para ti —dijo la chiquilla un tanto pensativa al ver el aspecto de lo que estaba en la cama—. Y yo… he juntado estas lindas flores en el bosque para ti… aunque te veo muy desmejorada —expresó la Caperucita Roja.
—¿Se te hace nena? —inquirió el lobo con una voz ronca.
—Te has enfermado de la garganta abuela, pues hablas muy raro.
—Si hija… he olvidado cerrar la ventana anoche y me hizo daño el sereno —contestó el malintencionado animal.
—¡Tienes unas orejotas!, ¿por qué están así?
—Hijita con ellas te puedo escuchar mejor.
—¡También tus manos son raras!, están peludas y tienes unas uñotas.
—Mi cielo, estas son para abrazarte mejor —respondió Wolfred al tiempo que las alzaba.
—¡Ayy abue!, que bocota y dientotes tienes —expresó la chiquilla un tanto asustada.
—Son para… son para comerte mejor mi reina —gruñó la falsa abuela abalanzándose sobre su indefensa presa.
Mientras la Caperucita Roja forcejeaba con el furioso animal y se oían las súplicas de auxilio por parte de la niña; un leñador que pasaba por ahí alcanzó a escuchar tales gritos y acudió hacia aquel lugar para averiguar qué sucedía. Al entrar, con asombro descubrió cómo el lobo estaba a punto de devorar a la infortunada jovencita y sin pensarlo más tundió de garrotazos al malvado personaje hasta matarlo.
Había logrado rescatar a esa nena de aquel peligro; pero aún faltaba la viejecita, cuando al fin la hallaron todavía “dormía” en el interior del armario. Al despertar, les contó a su nieta y al leñador todo lo sucedido y Caperucita Roja comprendió su error al no seguir los consejos de su madre. Desde ese instante prometió no entretenerse más en el bosque cuando tuviera que ir a visitar la abuela.
Lobenzo miró con tristeza, cómo sacaban de aquella casa el cuerpo de su primo Wolfred; para luego dejarlo tirado en alguna parte del bosque. Desde ese momento juró venganza, para ello se propuso seguir de cerca a la niña causante de tal desgracia.
Un día que Caperucita Roja se dirigía a llevarle más caldo y galletas a su abuela, se dio cuenta que un lobo la perseguía; entonces decidió apurar el paso. Cuando ya estuvo en la casa de los tres árboles grandes, entró a ella y muy asustada le dijo a la anciana.
—Abue… otro animal peludo me viene siguiendo.
—Entra y cierra la puerta hija —respondió la viejita.
Después de merodear un rato, Lobenzo decidió subir al techo de la cabaña y estar atento hasta que saliera la niña; pero la viejecita que era muy inteligente, le pidió a su nieta que pusiera el caldo que le llevaba, junto a la pileta del agua que estaba afuera de la casa.
El olor tan delicioso de la comida, despertó en el lobo un hambre feroz. De inmediato y sin medir consecuencias se comenzó a deslizar por el tejado para averiguar de qué manjar se trataba; pero el muy torpe al estirar tanto la cabeza, resbaló y cayó en el agua.
En su caída los golpes lo dejaron atontado y aunque intentó salir de allí no pudo; la trampa había funcionado y su fin estaba muy cerca. Sólo un fugaz borboteo se alcanzó a escuchar cuando el cuerpo del desventurado animal se precipitaba hasta el fondo de la pila.
Esperamos que haya sido de tu agrado nuestra versión adaptada del cuento de Caperucita Roja y el lobo feroz, la cual fue escrita originalmente por los Hermanos Grimm. Si te gustaría seguir leyendo más historias infantiles cortas; te invitamos a que continúes visitando este sitio en dónde creemos que pasarás momentos muy entretenidos.
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